DE SEDICIOSO A SEDICIOSOS: CARTA ABIERTA A JORDI SÀNCHEZ Y JORDI CUIXART

El día en que se hizo pública vuestra imputación acusados de sedición recibí una sacudida que avivó al instante mis recuerdos de 40 años atrás, 9 de marzo de 1976. Estando detenido en los calabozos de la comisaría de la Puerta del Sol, junto con mi compañero y amigo Jesús Naves, se nos comunicó nuestro procesamiento por sedición, debido a nuestra participación en las huelgas de Vitoria-Gasteiz. Cuánto tiempo, cuántas diferencias, cuántas similitudes.

En Gasteiz, la huelga iniciada el 7 de enero de 1976 y finalizada a sangre en marzo de 1976 comenzó con trabajadores de doce empresas agrupadas en torno a unas reivindicaciones comunes. La asambleas de debate-decisión abiertas y sus decisiones, columna vertebral del movimiento, entendían el poder como un mandar obedeciendo. Alimentaban una democracia directa que amenazaba por contagio. Se contaminaron así gustosamente colectivos políticos y barriales, jóvenes, mujeres, desbordando y haciendo peligrar los pactos continuistas contemplados por franquistas y “oposición” en su pacto de transición.

En Cataluña, desde hace años, agrupaciones e iniciativas de todo tipo aúnan sus esfuerzos en torno a una expresión concreta de su sentir y sus aspiraciones. Con grandes dosis de autoorganización popular y una corriente de fondo que insiste en fluir de abajo arriba, contradiciendo las leyes de la gravedad y del reino de España.

En Gasteiz, la huelga, sus contenidos y métodos y su traslado a la calle nos situó en el punto de mira del poder y sus fuerzas represivas desde el comienzo. Recordándonos que incurríamos en ilegalidad y que la calle era de Fraga. No existían los derechos de reunión, asociación o manifestación ni dónde reclamarlos. Pero los impusimos. As carrers seran sempre nostras.

En Cataluña, 40 años más tarde y en esta democracia, hija festejada de aquella dictadura, se le recuerda a Cataluña que la Constitución marca unos límites y que cuanto hacéis no tiene cabida en la misma. Que hasta los propios mecanismos de representación falseados con que nos dieron gato por liebre y que nos presentaron como valores absolutos, y los derechos formales de reunión, expresión, asociación con que nos los adornaron, son papel mojado cuando se pretende hacer uso de ellos para decidir lo que no se puede decidir. Así en el 36, como en el 76, como en 2017. Pero decidisteis decidir.

En Gasteiz recurrieron a fuerzas represivas llegadas desde Logroño, Burgos y Valladolid. En Cataluña y al más puro estilo colonial arribaron desde todo el Estado cuando menos 12.000 policías nacionales y guardias civiles -y continúan allí-. En Gasteiz, al mostrarse insuficientes las amenazas, los apaleamientos, la manipulación, la patronal vitoriana viajo a Madrid a pedir ayuda en forma de puño de hierro. Tres días más tarde miles de personas serían tiroteadas mientras asistían a una asamblea multitudinaria. Fueron más de cien los heridos, la mayoría de bala, milagrosamente “sólo” cinco los muertos, a los que seguimos llorando y rabiando. Nadie ha sido imputado. En Cataluña, al mostrarse insuficiente la fuga de grandes empresas, la estrategia del miedo, vuestras detenciones y las palizas de miles de policías armados contra un referéndum hecho pueblo, el Estado recurre al 155.

Entre las sediciones de Gasteiz de 1976 y la Cataluña de 2017 hay innumerables diferencias. Y dos enseñanzas compartidas: que la estaca a la que nos mantienen atados se nota sólo al caminar más allá de los metros de cadena que el poder cede en cada momento; y que en el reino de España, en dictadura como en democracia, el camino desaparece a sangre y fuego allí donde empiezan a verse en peligro la sacrosanta unidad del Estado o el modelo social capitalista y patriarcal.

Cuando uno se convence de que es preciso ser mandado se vuelve creyente de algo situado por encima de sí mismo, y entonces… todo está perdido. Un abrazo hoy, en que todo está dispuesto para fabricar personas sumisas, a cuantos persistís en la resistencia en defensa de aquello que consideráis justo. A vosotros, Jordi y Jordi, y a los miles de sediciosos y sediciosas catalanas. Gracias por abrir esta crisis política masiva e impredecible, por florecernos tantas sonrisas, recordarnos nuestras capacidades y refrescarnos viejóvenes sueños.

Luis Llach construyó un puente íntimo y político eterno entre nuestras luchas al componer Campanades a morts en denuncia de los asesinatos de nuestros compañeros en 1976. Estos días hemos cantado l’staca en la plaza de Gasteiz caminando el puente en sentido inverso. Tomando prestadas sus palabras-puente, que son de todas nosotras, cantamos frente a los “asesinos de vidas y de razones”, de ayer y de hoy: “Hik bultza gogor hortikan/ ta bultza nik hemendikan,/ ikusiko dek nola, nola,/ laister eroriko dan..

Un abrazo desde nuestra cárcel grande a vuestra cárcel pequeña, contra las que seguimos tirando desde aquí y desde allí.

Imanol Olabarria Bengoa

Miembro de las Comisiones Representativas

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