Propuesta concreta para la conversión de la industria militar en producción o inversión civil de utilidad social

 

 

Nota previa: Este texto se ha elaborado para el número 47 de la revista Ekintza Zuzena, y ha sido compartido con los grupos antimilitaristas de Euskal Herria

Como quiera que sea, la situación actual presenta por sí misma una vía de intervención antagonista que se abre hacia dos vertientes, una que incide sobre el gasto público y su orientación concreta hacia la producción de bienes de uso social, y otra, con todavía más claras implicaciones estructurales en cuanto a la acumulación de capital, a saber, la transformación del tejido industrial desde la producción de mercancías o valores de cambio hacia la producción de bienes de uso social.

(…) Todo ello significa que la eventual reconversión industrial hacia la producción social dependerá de que la población proletarizada, comenzando por la fuerza de trabajo directamente implicada, asuma esta reivindicación como uno de sus ejes de intervención estratégica. Una prueba de fuego para la unidad de clase pues lo que está en juego es la alianza de las facciones de la clase trabajadora asalariada en los sectores de la nocividad y la producción de desperdicio (armamento) y el conjunto de la población proletarizada. A fin de cuentas, la lucha de clases también atraviesa a la propia clase trabajadora.

Introducción

Valgan estos párrafos del libro Capitalismo patológico, de Corsino Vela (Kaxilda, Donostia, 2021) para enmarcar la propuesta (y la reflexión previa que a ella conduce) que presentamos en las siguientes líneas: impulsar desde el antimilitarismo, en trabajo conjunto con las plantillas afectadas, sus representantes sindicales y con las organizaciones sociales dispuestas a ello, la inaplazable e imprescindible conversión de la industria y la investigación militar en civil de utilidad social.

Porque, como señalaba en el anterior número de EZ una de nosotras, el antimilitarismo no debe caer en la inercia de intentar volver a lo de antes (las campañas anuales y habituales de denuncia contra el gasto militar, contra las fábricas de armamento o los cuarteles…), por cómodo que resulte, sin tener en cuenta que la situación que ha generado la pandemia y todo lo relacionado con ella exige centrar nuestros esfuerzos en impulsar el imprescindible y radical cambio económico-social-político-cultural-filosófico-ético que impida que todo siga como estaba, pues en ello está la base y el origen de lo acontecido. Tenemos que saber leer el momento actual y las respuestas que nos exige, así como aprovechar también las ventanas de oportunidad que nos ofrece para avanzar en algunas propuestas prácticas y concretas sobre transformaciones de fondo que hasta ahora, dada la autocomplaciencia social reinante, no podíamos sino plantear teóricamente para que se según quién las archivaran en la carpeta de propuestas utópicas o ingenuas.

En esa línea, pensamos que una de las ventanas de oportunidad que ha traído consigo el desarrollo de la pandemia es el hecho de que, durante su transcurso, grandes grupos de la sociedad donde hasta ahora no era tan evidente, han constatado la inutilidad de las armas y la industria militar a la hora de garantizar la vida de las personas, y la conveniencia y urgencia de que los cuantiosos recursos públicos hasta ahora en ella derrochados se destinen a poner en marcha e impulsar la producción civil de utilidad social, que cuando hemos necesitado nos hemos percatado de que no poseemos (en la pandemia, por ejemplo, respiradores, mascarillas y demás). Es más, algunos de esos productos han terminado siendo elaborados por varias empresas de la industria militar[1], haciendo aún más evidente la posibilidad/conveniencia de esa conversión. También ha quedado patente socialmente la imperiosa necesidad de invertir en investigación sanitaria, y la inutilidad social de la investigación con fines armamentísticos.

Es por todo ello que nos parece urgente y prioritario abordar la tarea de qué pasos concretos se podrían dar para, haciendo surgir un debate social sobre la necesidad de abandonar el trabajo improductivo o productor de desperdicio que supone la industria militar para dedicar los recursos (humanos, presupuestarios, tecnológicos, científicos…) hasta ahora a ella dedicados a trabajos o inversiones socialmente necesarios.

Aunque no sea la dinámica habitual del movimiento antimilitarista de los últimos años, ni la de buena parte de los movimientos populares y sociales actuales, la propuesta que presentamos no se basa en una campaña anual (o de reiteración anual), sino en una apuesta a medio plazo por dar pasos concretos hacia la conversión, por lo que requiere de un trabajo más extendido en el tiempo. Y en buen parte su urgencia viene determinada por el hecho de no saber cuánto puede durar la comentada ventana de oportunidad, teniendo en cuenta, entre otras cosas, que es de esperar que desde el complejo militar industrial y sus potentes lobbys comiencen también con iniciativas de lavado de cara que permitan justificar la “necesidad de mantener e incluso potenciar la producción militar”. Es por ello que creemos conveniente debatir inicialmente entre los grupos antimilitaristas lo antes posible la oportunidad de este trabajo conjunto (en ello se está mientras se redactan estas líneas) ya que pensamos que la iniciativa debería ser lo más amplia posible, y con dimensión de Euskal Herria (si para ello se pudiera contar con grupos o personas de Iparralde).

Pero, al mismo tiempo, estamos convencidas que la propuesta no puede/debe ser capitalizada por el movimiento antimilitarista y, por lo tanto, éste habrá de saber tejer complicidades y unir esfuerzos con personas y colectivos variopintos con los que habitualmente no ha trabajado (plantillas de las empresas, sus representantes sindicales, organizaciones de estudiantes…). Y ese esfuerzo debe iniciarse por el lenguaje (intentando esquivar el metalenguaje antimilitarista) de esta propuesta. A ver si al menos en este texto lo conseguimos.

Contexto y marco general

En los últimos tiempos, incluso antes del inicio de la pandemia, de la mano de iniciativas populares que denunciaban la complicidad de la industria militar vasca y española en las guerras y conflictos existentes, se había abierto un debate social al respecto, el mismo que, de nuevo, esos empresarios y poderes económicos y políticos (con la inestimable ayuda de los medios de difusión que controlan) habían conseguido desvirtuar para hacer que se ponga la lupa sólo en una de las partes involucradas en la industria militar, la que menos les cuestiona y afecta en su prestigio: las trabajadoras y trabajadores.[2]. Pero ahora, de la mano de la pandemia y de la imagen de inutilidad de lo militar que ésta ha dejado patente, hay opción para intentar reabrir el debate en otras coordenadas más amplias y profundas, que abarquen algunas de las cuestiones de fondo: ¿tiene algún sentido seguir defendiendo los puestos de trabajo en la industria de la muerte cuando la pandemia ha demostrado que en muchos casos se puede transformar su producción hacia necesidades sociales? Si, como se dice, se va a utilizar dinero público en impulsar la industria ¿no es claramente el momento de dejar de despilfarrar dinero en armamento y producción militar y dedicar esos fondos a la investigación sanitaria; a la dignificación de las condiciones laborales y materiales (equipamientos e infraestructura cuando sea necesario) de los trabajos de cuidado y reproducción; a garantizar el autosuministro de la tecnología y los materiales imprescindibles para hacer frente a situaciones como las generadas por la pandemia?

Pero ¿cómo podemos reabrir el debate social de una forma amplia y situar en el centro del mismo a los principales mercaderes de la muerte (empresarios e inversores), a quienes sabemos que nunca vamos a convencer y a quienes es inútil exigir unos principios éticos que no tienen? Creemos que una de las herramientas principales y más validas para situar el debate sobre la industria militar y sus valedores es buscar la implicación de las trabajadoras y trabajadores de las empresas relacionadas con la industria militar, y la de estudiantes y profesorado de las universidades y centros de formación profesional involucradas en la investigación militar (a través de sus asambleas y comités de empresa y organizaciones sindicales o estudiantiles). Además, buena parte de esas organizaciones están participando de manera activa en las plataformas contra las guerras que hay en Euskal Herria, lo que debería servir para plantearse una interpelación constructiva, como ya está sucediendo en algún caso[3].

¿Por qué decimos esto? Porque creemos que las organizaciones sindicales y estudiantiles (con el apoyo social que deberíamos articular) podrían plantear iniciativas concretas que demuestren a nivel social que trabajadoras, trabajadores, profesorado y estudiantes son conscientes de la importancia de plantearnos colectivamente el debate sobre trabajo productivo e improductivo, sobre trabajo socialmente necesario y producción de desperdicio. No solo eso, sino que, además, tienen conciencia y valores éticos (y de clase), y que, a diferencia de esos mercaderes de la muerte sin escrúpulos, no les resulta indiferente que se utilice su trabajo o sus investigaciones para contribuir al desarrollo de ese armamento que genera guerras y víctimas, y que por eso están dispuestas a poner en marcha propuestas concretas y herramientas que hagan posible que en sus lugares de trabajo o de estudio se valoren alternativas concretas a la producción militar.

Posible enfoque de la iniciativa

Habría que intentar partir de lo aprendido con anterioridad cuando se ha intentado buscar una implicación de las plantillas o de sus organizaciones sindicales. Estas experiencias previas han demostrado que, para el caso que nos ocupa, el “camino más corto” no es el más indicado. Acudir desde los movimientos antimilitaristas o desde plataformas contra la guerra buscando una interlocución directa con las plantillas no da resultado, pues con frecuencia nos suelen ver como quienes vamos a “quitarles el trabajo”, y nosotras a la otra parte como “gente sin escrúpulos ni conciencia”… Mal camino para el diálogo.

Tanto a nivel universitario como sindical tampoco ha dado mucho resultado la vía opuesta: intentar el posicionamiento público de los órganos de gobierno de la universidad o de las cúpulas dirigentes de las centrales sindicales. La experiencia nos dice que, si lo que se busca únicamente es una declaración, sin compromisos concretos adquiridos y sin el oportuno seguimiento de su cumplimiento, será fácil que consigamos que estampen firmas o sellos… pero tendrán poca o ninguna influencia en la realidad que pretendemos transformar: acabar con la participación obrera y estudiantil en la fabricación militar.

Si se parte de lo aprendido en las anteriores experiencias, remarcando de nuevo la importancia del objetivo estratégico señalado en los párrafos introductorios, creemos que habría que intentar poner en marcha una iniciativa de largo recorrido con una exigencia de trabajo intermitente.

El planteamiento inicial podría consistir en consensuar entre nosotras los contenidos de un borrador previo (no podemos aparecer con un texto cerrado, sino tener una cierta cintura para consensuar con las organizaciones y personas que se sumen). Posteriormente (o paralelamente) se trataría de hacer un esfuerzo por intentar “localizar” en cada organización sindical la persona o personas adecuadas (esto es, con cierta conciencia antimilitarista previa, o al menos sensibilizada con la cuestión de la conversión, y que tenga un cierto peso específico o “mano” en su organización, tanto para canalizar y hacer llegar el debate y la propuesta a las personas indicadas, como para sugerirnos a nosotras los caminos y vías indicados para ello). Habría que conseguir, como mínimo (haciendo referencia a Hegoalde, aunque con voluntad de incluir Iparralde), la implicación de (en orden alfabético inverso) STEILAS, LAB, ESK, ELA, CNT y CGT, pero incorporando también a sindicatos de transportistas y estibadores (sin descartar a otros sectores que puedan tener una participación algo directa, como hemos visto en el caso de las personas bomberas en el puerto) … pero habría que hacer un esfuerzo importante para conseguir también la implicación de CCOO o UGT. No nos parece tan irreal encontrar personas en esos sindicatos que puedan compartir los planteamientos generales.

Durante todo el proceso tenemos que tener y dejar claro que lo que pretendemos no es la firma o presencia en un acto público a nivel individual, sino el compromiso de la organización. Ese compromiso pasaría por la adopción de una batería de propuestas que abran camino tanto al debate público como, especialmente, al debate en los centros de trabajo y de estudio que tengan alguna relación con la investigación y producción miliar. Algunas de las propuestas podrían ser las siguientes:

A) En las fábricas o empresas con producción militar (directa o indirecta):

  • En las que tengan producción civil y militar (la inmensa mayoría), introducir en los convenios la figura de la objeción laboral, esto es, el derecho de la persona trabajadora a negarse a participar en la parte de producción de la empresa con finalidad militar para hacerlo solo en aquella producción que tenga fines civiles sin que haya represalias por parte de la gerencia.
  • En las fábricas o empresas exclusivamente con producción militar (también vale para el epígrafe anterior), conseguir el compromiso del comité de empresa para elaborar o colaborar en estudios que formulen propuestas de conversión de la producción militar en producción civil de utilidad social.
  • En las fábricas o empresas que sólo tengan producción civil, introducir en los convenios la figura de la cláusula de conciencia, para que, si en un momento dado la empresa comienza a desarrollar algún tipo de producción militar, la persona trabajadora tenga la facultad de resolver el vínculo con la empresa, aunque manteniendo el derecho a la misma indemnización que le hubiera correspondido en caso de despido laboral improcedente.

 

B) En los centros universitarios y de investigación (ampliables a centros de FP):

  • Conseguir posicionamientos de los órganos rectores y comités de ética (donde los haya, y si no impulsándolos centrados en esta temática) de los centros universitarios (especialmente en las públicas EHU/UPV y UPNA), así como de las distintas modalidades de personal (docente y no docente) y del alumnado, en los que se nieguen a cualquier tipo de participación o colaboración en proyectos de investigación con fines militares o de doble uso.
  • Negativa de esos mismos centros a establecer cualquier otro marco de colaboración o acuerdo con empresas que tengan algún tipo de participación en la industria militar.
  • Las organizaciones sindicales promoverán la creación de comisiones mixtas profesorado/alumnado/personal no docente para hacer un seguimiento de los proyectos de I+D que se desarrollen en la universidad (o en los que ésta tome parte) para detectar e impedir su cumplimiento.
  • Promoción desde los centros universitarios de investigaciones y estudios centrados en las posibilidades de conversión de las empresas con producción militar.

 

Por nuestra parte, a nivel social habría que ir acompañando todo el proceso no solo con movilizaciones y actos públicos, sino generando herramientas para todo el proceso, como podrían ser:

  • La creación de un grupo de trabajo multidisciplinar dispuesto a poner sobre la mesa distintas posibilidades de poner en práctica la conversión, adecuándose a las distintas y diversas características de las empresas y centros de producción militar presentes en Euskal Herria.
  • La recopilación y difusión de las no pocas experiencias de conversión habidas en diferentes partes del mundo y momentos de la Historia (priorizando en las más recientes y cercanas)
  • La exigencia de que se creen partidas presupuestarias en los diversos ámbitos administrativos públicos con diferentes objetivos:
    • Ayudas económicas y de financiación para todas las empresas dispuestas a emprender la conversión de su producción militar (evidentemente, fijando previamente las garantías de ello)
    • Búsqueda de alternativas económicas o laborales para la parte de plantillas que pudieran verse afectadas por el proceso de conversión.
  • Tanto en el caso de las empresas como en el de los centros de estudio se podría reivindicar la calificación de “Reconocimiento Eusko Label para empresas libres de producción/investigación militar”, denunciando con ello la hipocresía sin límites del Código ético para la industria militar impulsado en 2019 por el Gobierno Vasco[4].

 

Sin duda que la iniciativa tenga que tener varias fases y pase por momentos distintos. Por ejemplo, una primera fase pasaría por negociar la iniciativa con todas las organizaciones sindicales y de estudiantes hasta que se considere que se pueden presentar públicamente los acuerdos a los que se ha llegado. Este trabajo habría que empezar a hacerlo ya, aprovechando la comentada ventana de oportunidad abierta por la pandemia.

Posteriormente vendrían otras fases en las que se trataría de pasar de las palabras a los hechos: resoluciones de comités de empresa, creación de comisiones de seguimiento de los acuerdos adoptados en cada fábrica o centro de estudio, puesta en marcha de estudios de conversión de la producción, reconocimientos a empresas “libres de producción militar”… Estas segundas y terceras fases probablemente requerirían del desarrollo de esa “campaña de refuerzo social” por nuestra parte que antes hemos comentado, que facilite el abordaje de estas cuestiones dentro de las fábricas y los centros de estudio, y que por lo tanto habría que elaborar con anterioridad. En cualquier caso, como decíamos al principio, hablamos de una propuesta que exige unos ritmos y agendas distintos a los de una campaña convencional.

Podríamos seguir trasladando a papel algunas propuestas añadidas… pero mucho mejor si lo hacemos entre todas, señal además de que la cuestión os ilusiona como a nosotras. Acabemos pues este texto volviendo al Capitalismo patológico de Corsino Vela de cuyas reflexiones tanto se inspira esta propuesta:

Del mismo modo que la pandemia ha dado el espaldarazo a la problemática de los cuidados y a la de la preservación de la vida como necesidades sociales incompatibles con la acumulación de capital y con el carácter de mercancía de la sanidad y del mantenimiento de la vida, la problemática en torno al trabajo, a las relaciones laborales, a las condiciones salariales, etc., ya es inseparable de aquélla; y lo es, además, con la radicalidad que comporta poner sobre la mesa cuestiones decisivas acerca del trabajo productivo e improductivo, del trabajo socialmente necesario y de la producción de desperdicio.

Estitxu Martínez de Guevara en nombre del colectivo Gasteizkoak

 

[1]    jhttps://www.businessinsider.es/escribano-mechanical-engineering-fabrica-militar-produce-respiradores-625733

https://www.infodefensa.com/es/2020/03/23/noticia-navantia-ofrece-recursos-impresion-contra-covid19.html

[2] A nivel estatal, el último ejemplo ha sido el de Navantia y las fragatas fabricadas para ser vendidas a Arabia Saudí. El debate se centró en los puestos de trabajo, y no en el verdadero meollo del asunto, tal y como se ha señalado en distintas ocasiones. Véase, por ejemplo, https://www.elsaltodiario.com/industria-armamentistica/ignacio-robles-venta-armas-arabia-saudi-2018

[3]    Es el caso, por ejemplo, de la iniciativa “UPV/EHU Moztu kolaborazioa. Las empresas de la muerte no son bienvenidas” https://youtu.be/P3IbGAS5GzE

[4]    Ver http://gasteizkoak.org/codigo-etico-para-la-industria-militar-la-execrable-inocentada-del-gobierno-vasco-para-blanquear-y-promocionar-la-armagintza/

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