METROPOLICE. Seguridad y policía en la ciudad neoliberal, un texto que hacía mucha falta
Acaba de publicarse en Traficantes de sueño, METROPOLICE. Seguridad y policía en la ciudad neoliberal, (Sergio García García, Ignacio Mendiola, Débora Ávila, Laurent Bonelli, José Ángel Brandariz, Cristina Fernández Bessa, Manuel Maroto Calatayud) un libro, cuyo resumen podemos sintetizar como el título de esta entrada de la web: es un texto que hacía mucha falta.
Desde Gasteizkoak venimos desde hace años defendiendo la idea de que la única alternativa seria al modelo policial es su abolición, pero también insistimos en reclamar de entre quienes promovemos esta idea, la aportación de análisis y elaboración de propuestas alternativas, para que la propuesta de abolición policial no se quede en un simple eslogan sin ningún recorrido. Desgraciadamente, desde hace demasiado tiempo, salvo contadísimas excepciones puntuales, el silencio (el nuestro incluido) ha sido la respuesta. Sabemos por experiencia propia que el tema no es fácil (nosotras mismas hemos sido incapaces de dar luz definitiva al borrador de un libro sobre la cuestión), por eso es toda una alegría y satisfacción, así como una inmejorable herramienta, el texto que a través de Traficantes de sueños ahora podemos disfrutar. Lo que supone cumplir el deseo que sus autoras comentan en el preámbulo:
Este libro es una forma de hacer pensamiento común que intenta romper con las lógicas privatizadoras y extractivas de la producción académica de conocimiento. Es una apuesta por la producción colectiva de saberes que pone en una posición central la utilidad social y transformadora de la investigación.
Se trata, precisamente, de una forma justa de reciprocidad que consiste en devolver al común un conocimiento cuyo origen solo puede encontrarse en la tierra comunal del saber que conforman el habla, las palabras y los significados en continua construcción.
Ese saber que aspira a la comunalización a través del presente libro, no es otra cosa que una investigación crítica sobre el entramado securitario y policial en la ciudad neoliberal que hemos designado como Metropolice. Precisamente, si lo policial está ligado en su destino a las formas de la economía privada, este texto nace libre de seguridad.
Nos gustaría que en este libro se amplificase lo colectivo, que fuese reapropiado por quienes en él encontrasen claves para sus reflexiones ―tanto académicas como militantes―, sus luchas ― en los barrios, en las fronteras internas― y sus vidas cotidianas ―por afectación directa del hacer policial o por solidaridad―. Quiénes escribimos el presente volumen solo esperamos haber construido una herramienta útil para una agenda de decrecimiento policial, decidida a salir de Metropolice.
Del contenido del libro os daremos otro detalle que os puede servir. Habitualmente solemos leer los textos subrayando y anotando las páginas del libro en las que encontramos ideas que consideramos importante, a no dejar pasar u olvidar; a utilizar para la reflexión o enriquecer las denuncias. Pues bien, con este libro, a partir de las 30 primeras páginas decidimos dejar de hacerlo… y pasar sólo a anotar las pocas páginas en las que no encontramos ese tipo de aportaciones.
¿No tenemos visión crítica que aportar al libro? Pues, si se trata de crítica negativa, no. Quizá echamos en falta (o nos hubiera gustado que se le añadiera) un capítulo dedicado al análisis de las razones por las que las violencias (no sólo físicas) son connaturales en la organización policial. Es un tema pendiente en el que quizá el movimiento feminista cuente con más preparación que el resto para abordarlo en profundidad, pues muchos de sus análisis sobre las raíces de fondo de las violencias machistas en nuestra sociedad actual podrían extrapolarse en lo fundamental a buena parte de las de las violencias policiales. Es un tema que por ello probablemente rebasa la pretensión de este texto, pero ahí dejamos el apunte y la solicitud indirecta al movimiento feminista, con importante presencia también en el movimiento antimilitarista, para que se plantee la posible aportación de ese otro análisis fundamental.
Por lo demás, lo ya dicho. El libro no tiene desperdicio. Así que pensamos que lo mejor es recomendaros su lectura reposada y cerrar esta minireseña del libro con los últimos párrafos del mismo, y agradeciendo a las personas autoras y a Traficantes de sueños, el hacernos llegar esta maravillosa herramienta antipolicial
Habitar Metropolice es cohabitar, en grados diversos de (in)visibilidad, con una trama de desigualdades y exclusiones que se descontextualizan de los procesos de acumulación de capital de los que surgen. Un campo con múltiples tensiones en el que se introduce la Policía para gestionar precariedades, obviando su origen social.
Por todo ello, habitar Metropolice es también habitar un descontento, una incomodidad creciente con respecto a un proyecto político-económico-jurídico-simbólico imbricado con el neoliberalismo y lo securitario que precisa de la Policía para su propio despliegue. Un rechazo con respecto a un entramado de formas de hacer y pensar que racializan subjetividades que ya están (y que siguen llegando), que perpetúan exclusiones asumiendo los procesos de precarización de la existencia. Un alejamiento con respecto a esa Policía que se aproxima con rostro cordial buscando mejorar unas convivencias difíciles atravesadas por lógicas de exclusión que permanecen inalteradas y que, en ningún caso, acabarán siendo objeto de la actuación policial.
Y es así, en definitiva, por todo ese descontento que no deja de crecer, que hay formas de habitar Metropolice que precisamente pretenden cortocircuitar el propio funcionamiento de Metropolice, alentando formas de control de la actividad policial, activando mecanismos de rendición de cuentas, pero también, de un modo más incisivo, demandando la disminución de las tareas que habrían de ser competencia de lo policial, exigiendo un recorte en su financiación, reclamando, en última instancia, la propia abolición de la institución policial.
Cortocircuitar Metropolice para tejer otras formas de pensar y articular lo común, para socavar la policialización de lo social, para no dejar de mirar con extrañeza al cuerpo policial, para mostrarlo y nombrarlo como lo que, a pesar de sus mutaciones, siempre ha sido: una fuerza de orden y seguridad.
Desde ahí, habitar Metropolice se convierte en una tensión posiblemente irresoluble: un intento por abandonar Metropolice sabiendo que Metropolice no va a dejar de perseguir las huidas que se puedan desencadenar, ni los intentos que pueden mitigar su campo de actuación. Pero en esa tensión, al menos, se nombra y se señala aquello que se esconde bajo el ropaje de lo securitario y se construyen espacios que buscan regirse por lógicas ajenas a la policialización. Espacios que no son fáciles, que están continuamente por hacerse y rehacerse. Y en ese hacerse colectivo, en esa tensión, al menos, se abren grietas que impiden el cierre de Metropolice. Se mantiene abierta la problematización. No es poco.