Mercaderes de la muerte
A menudo, cuando los medios de comunicación nos trasladan las terribles imágenes de los efectos de las guerras, nuestra reacción es retirar la mirada y dar gracias porque esos horrores tengan lugar a muchos kilómetros de distancia. Pero, paradójicamente, si volviéramos la vista hacia nuestro entorno más cercano abriendo bien los ojos, observaríamos que los semilleros que nutren esas guerras –las fábricas de armamento- y los mercaderes que las alimentan y se lucran con ellas, tienen nombres conocidos y muy cercanos.
Es el caso de Explosivos Alaveses (EXPAL), internacionalmente conocida tanto por sus macabras producciones (en un tiempo las bombas de napalm y gas mostaza, posteriormente las minas antipersonales, en la actualidad las bombas racimo, y todo indica que en el futuro la “minibomba nuclear o bomba expansiva de aire combustible) como por sus ventas -a menudo ilegales o camufladas- a países pobres y en conflicto (Irak, Irán, Libia, Kenya, Marruecos, Arabia, Emiratos Arabes, India, Perú, México, Angola…).
Pero siendo EXPAL el caso más conocido, dista mucho de ser el único. Sólo en Euskadi figuran más de una decena de empresas en el catálofo de “Principales empresas de Defensa” del Ministerio de Defensa español (ITP, Gamesa, Sener, SAPA, CAF y Fabrinor las principales) y además otro centenar de empresas vascas ha colaborado en, al menos, dos programas militares, muchas de ellas haciéndolo habitualmente. Estas empresas de producción militar (armamento y municiones, aviones militares, carros de combate, cañones y obuses, ingeniería militar, electrónica militar, etc. etc.) cuentan con ayudas y subvenciones de instituciones (locales, autonómicas, estatales e internacionales) y acuerdos de colaboración con facultades y escuelas universitarias. De igual forma, podemos encontrar entre sus accionistas a entidades financieras vascas, y entre sus consejos de dirección a antiguos responsables políticos de diferentes ideologías.
Quienes pensamos que las guerras no solucionan ningún conflicto y que sus consecuencias las padecen sobre todo las poblaciones civiles (en forma de muerte, hambre, desplazamientos, carencia de necesidades básicas…), debemos plantearnos seriamente que nuestra oposición a ellas debe comenzar por la denuncia de la producción militar que tiene lugar en nuestras propias ciudades y pueblos. Caminos para ello hay propuestos (conversión a civil de la producción militar, objeción laboral, boicot a las entidades accionistas…) y es una tarea que necesita de la colaboración de muchos sectores, desde los sindicatos y plantillas de las propias empresas, hasta los clientes de las entidades financieras que las apoyan, los centros de formación que con ellas colaboran, partidos políticos… y, por supuesto, todas las personas y organizaciones que aspiramos a un mundo sin guerras. Porque el camino más directo para acabar con las guerras es impedir el negocio de los mercaderes de la muerte que las alimentan.
Colectivo Gasteizkoak
Publicado en Cambio 16 el 2-11-2001